La herencia del pasado: materiales para construir la Historia

Por Emilio Ortega Berenguer, Dr. en Hª Contemporánea

Queda constancia de que la repetición de los sucesos del pasado para verificar los motivos que determinaron acontecimientos que ocurrieron en él es un método inadecuado para conocerlo. Es evidente que la sucesión de acontecimientos relativos al hombre no se pueden repetir, puesto que el hombre y las sociedades cambian no solo de edad sino en todas sus manifestaciones, por tanto repetir un momento de la historia siquiera en un lugar concreto es una fantasía. Esta limitación para que la Historia como ciencia acceda a la categoría de ciencia experimental se ha considerado la causa que separa la historia y otras ciencias humanas lejos de la categoría de ciencia. El método científico plantea resultados a partir de experiencias que son repetibles bajo circunstancias iguales y así se verifican las razones de unas leyes que se acompañan de explicación racional. (Furez, 2

Se sabe que la actividades humanas dejan huellas, resultados materiales, que de alguna manera permiten establecer en el presente relaciones entre las manifestaciones monumentales y documentales pretéritas y la realidad que las facilitó. De ahí que el estudio del pasado a partir de los testigos presentes de un modo u otro en la actualidad sea una actividad más fructífera, más cercana al mundo que los rodeaba y por tanto más certera a la hora de conocer y explicar los acontecimientos que sucedieron tiempo atrás. Esta razón nos lleva a considerar el trato que tales productos documentales del pasado han recibido. Nos centraremos en los tiempos donde el conjunto de restos de ese pasado tienen mayor atención desde la acción privada o pública, donde se favoreció y protegió la custodia y cuidados de tales bienes, tanto culturales como naturales. A las colecciones particulares que se crearon o generaron en el tiempo, las eclesiásticas por ejemplo, se unieron al llegar políticas de Estado documentos que reflejaban la actos públicos a lo largo del pasado, así el patrimonio ya familiar o similares amparan el reconocimiento del patrimonio público. Este tipo de herencia se ha configurado a partir de la soberanía real previa a la mas uniforme soberanía nacional actual.

Vaso canopo encontrado en Churriana
Vaso canopo encontrado en Churriana

La herencia, entre la fuerza y el contrato

Al comenzar la centuria de 1700, preludio de la época contemporánea, también fase final de la etapa moderna y del nacimiento de la Aufklarüng en el mundo germano y la llamada Ilustración europea, en ese siglo los bienes artísticos e idolátricos que a lo largo de los siglos fueron objeto de conquista, el botín, o de destrucción verá crecer un modo diferente de acceder a ellos. De otra manera, algunas entidades podrían acceder a los bienes patrimoniales de otras sociedades mediante adquisiciones. El uso de estos productos también tuvieron, y tienen, sentido dentro de las relaciones entre Estados porque los presentes que se ofrecían indicaban el interés que tenían en esas relaciones. Si bien desde etapas anteriores la violencia tendía a desconsiderarse como método útil para las relaciones políticas, lo que se manifiesta en los ensayos de J. Locke, sin embargo, en Europa aún se recurría como mecanismo para resolver la supremacía entre Estados al conflicto militar y al saqueo de los bienes de valor económico, técnico o estético principales de la sociedad vencida. O incluso para crear el Gran Museo Universal, institución que debía recoger las mejores obras del mundo, idea de la que Napoleón III se consideró protector.

Al llegar el siglo XVIII se puede observar la presencia de una transmisión de los citados bienes ajenos a otros más acorde con un intercambio y que concuerda con una política comercial. Los Estados favorecen la adquisición de riqueza patrimonial mediante acuerdos. La compra posibilitaba la presencia de bienes intercambiables, de recursos, que adquiridos en proporción cuantitativa notable debían servir para convencer al antiguo propietario de lo beneficioso, en su circunstancia, de la venta de sus bienes patrimoniales que interesaban a compradores o a sus representantes.

El Estado francés a través de su ministerio de asuntos económicos intervino en la financiación de una política favorable a la creación de colecciones de carácter valioso tanto en su forma como en la materia. Tan importante como la factoría era la procedencia de tales bienes y su contenido documental o monumental. En tal sentido, el gobierno de Luis XIV invirtió a través de intermediarios reconocidos por su saber y experiencia documental en la adquisición de bienes de alto contenido representativo, histórico entre otros valores intrínsecos. Conocedor de la documentación, experto en diplomática y miembro de la Orden de San Mauro, Jean Mabillon realizará una labor de recolección que dará lugar a la organización de un patrimonio cultural que será importante para el establecimiento de los recursos del Estado francés. Este centra la búsqueda de documentación en los territorios donde la presencia histórica de Francia dejó manifestaciones relevantes entre otros temas objeto de interés. La política de los gobernantes franceses, concretamente de Colbert en la etapa de Dom Mabillon seguirá mientras la monarquía mantenga lazos con el mundo cultural tradicional, el gestionado por el absolutismo. En los años que viaja para la finalidad señalada no deja de tener sus detractores para si y su congregación.

La política favorable al desarrollo patrimonial en Francia durante el reinado de Luis XIV, considerada por Voltaire última aportación al crecimiento de la cultura humana en aquella época, tiene en el crecimiento patrimonial del reino una meta a consolidar. La Hacienda Real mediante una inversión especial favoreció una política favorable a una propiedad patrimonial del Estado, caracterizada por una síntesis entre bienes culturales y, a la vez, materiales. En el caso de los libros, por la riqueza de sus ediciones, su valor idolátrico y material. Un esfuerzo de tal carácter consolidó la función del Estado en la recuperación de un pasado que daba sentido a las instituciones tradicionales. A la vez, suponían una manifestación monumental de los logros que la civilización alcanzaba en un contexto político de centralización del gobierno en el Antiguo Régimen.

Este ejemplo estimuló la tendencia en favor de la búsqueda, reparación y custodia de bienes de carácter patrimonial, una herencia del pasado, en otros Estados europeos. En España el nuevo rey tras la guerra de Sucesión, el Borbón Felipe V, trae a su reino la cultura francesa y las instituciones que se establecen por iniciativa propia o por influencia de los Estados de su entorno. Se establecieron sociedades que tendieron a consolidar el creciente interés del Estado que continúa la búsqueda de bienes patrimoniales ya generalizado en el barroco europeo. Es el caso de la Real Academia de la Historia creada por Real Cédula de 17 de junio de 1738.

Sala de arte egipcio en el Muse Británico
Sala de arte egipcio en el Museo Británico

Estado y Patrimonio

De alguna manera esta política cultural tiene su parangón en los Estados europeos de la época. Es el caso del Sacro Imperio de donde surgirán los planes de acercamiento al mundo clásico e imperial romano, como evidencia el laborioso conjunto de trabajos que exploran la citada etapa de la mano de expertos como Winckelmann, interesado en los restos de Pompeya y Herculano en el reino de Nápoles a mediados del citado siglo. Continuarán los estudios de la época clásica historiadores posteriores financiados por instituciones y particulares, como Nieburgh.

El racionalismo, el clasicismo y el romanticismo rodearon la etapa revolucionaria francesa etapa que se acompañó de la política territorial expansiva del Directorio, Consulados e Imperio, de modo que la época contemporánea del siglo XIX se acompaña de un periodo de transacciones patrimoniales, del que se beneficiarán el Louvre, y el British Museum producto de la guerra fuera de Europa que vuelve a propiciar el expolio en Egipto o en Grecia, por ejemplo. Serán Francia e Inglaterra que para intervenir en el Mediterráneo tomarán medidas expeditivas para salvar bienes, que consideraron universales, de su posible pérdida por la inestabilidad de las formas de Estado presentes en el Imperio de Turquía, por ejemplo.

El método que desarrollará el estado napoleónico en sus distintas etapas es el método del botín de guerra, sistema ajeno al mecanismo utilizado por Mabillon. Desde Egipto a Marruecos la intervención francesa, británica y de aliados en el siglo XIX defendió el argumento antes citado, la pretensión de reunir en su entorno los bienes más valiosos de la civilización humana en función de un concepto universal de la belleza. De modo que el peligro de su desaparición así dejaba se ser una penosa posibilidad.

Este modelo universal propuesto, al que nos referimos al adentrarnos en la institución del museo, desde la perspectiva de la necesaria seguridad, da lugar por un lado a un hecho evidente: el usufructo; en tanto que, por otro, los bienes excepcionales quedan apartados de la realidad humana y territorial que los concibió y pasan a ser interpretados desde una posición universal enarbolada por otra entidad estatal nacional.

Durante el siglo XIX las principales potencias de Europa occidental intervinieron en la configuración de Estados nacionales en Europa centro y sur a través del llamado modelo político liberal. Es una intervención que nos describe otra línea explicativa desde la perspectiva de las relaciones internacionales. Especialmente los acontecimientos que se suceden en zonas tan lejanas cono la India o China, lugares que serán objeto de atención para obtener objetos y bienes valiosos tal como se ha señalado en el Mediterráneo y, anteriormente, en la colonización de América.

La justificación de esta política intervencionista determinada por el liberalismo y su proyección en todos los ámbitos, se reflejó en la política a favor de la independencia de Hispanoamérica o a la construcción del Imperio Brasileño por Inglaterra, así como el amparo en China a la Compañía de las Indias Orientales británica ya en los años treinta, o la posterior norteamericana en Japón y su rebelión hacia 1853 facilitada por el Comodoro Perry.

Civilización y la cultura material e inmaterial

El citado interés de los sectores sociales predominantes en economía y en política por adquirir bienes se manifiesta en la expansión que los estudios de Arte y su Historia reciben como un aspecto paralelo y tan interesante como la misma historia. La correlación entre historiografía y patrimonio, más allá de lo material e inmaterial presente en el nexo entre ambos, permite un conocimiento explicativo, principio disciplinar de la ciencia, para la comprensión de los productos de la civilización y de su esencia. Jacobo Burckhardt en su misma dedicación a la historia optó por resaltar en su momento el papel del producto artístico de la civilización, el monumento, frente al trabajo archivístico que se le presentaba en Berlín, una continuación de la cátedra de Historia de Leopoldo von Ranke. En Alemania el sistema de estudio metódico y erudito, sobre los documentos, no atrajo a Burckhardt. Esta decisión favorecía, según puede entreverse tras sus investigaciones, profundizar en el conocimiento y reflexión sobre el hecho concreto del producto cultural como manifestación visible de una sociedad civilizada y documento histórico permanente. Este fue profesor en la Escuela Técnica de Zúrich (1855-58) y luego en la Universidad de Basilea (1858-93)

Tótem de Manolo Cabello, Vigía
Tótem de Manolo Cabello, Vigía

Entre la historia de los acontecimientos a de los monumentos

En el periodo que realiza J. Burckhardt su actividad investigadora y docente que si bien permitió acumular obras por procedimientos expeditivos además de comerciales, iba exigiendo una dedicación especial para su comprensión y acercamiento a la conciencia y, por tanto, a su significado cultural. Su trabajo de investigación en la producción artística y técnica en el norte de la península Itálica en el Renacimiento, momento de un incremento efectivo de la riqueza en bienes culturales de la región, permite la apreciación desde tal perspectiva de razones teóricas.

La observación de la producción de bienes para instituciones y particulares solventes del citado autor se complementa con la investigaciones sobre la producción de la cultura popular y, por extensión, al patrimonio creado por la comunidad campesina y artesanal, siendo los Museos de Artes Populares la institución resultante vinculada a ese tipo de patrimonio. En este caso el bien tiene un valor menos material y sí más utilitario y técnico cercano al sistema productivo de la sociedad en el tiempo, la praxis en la producción.

Como consideración final se puede estimar que la historia narrativa basada en la documentación y otras fuentes históricas señaladas tiene caminos nuevos en los años de renovación de la ciencia histórica, final del siglo XIX y comienzo del XX. Se destacan aquí los trabajos sobre la producción cultural y las conclusiones de los análisis, basadas en manifestaciones concretas relevantes, más allá del uso metódico de la documentación para la exposición de hechos del pasado. Dándose en este ámbito una tarea investigadora basada en la observación de lo concreto, del producto del pasado, presente en los bienes y restos heredados de tiempos anteriores. Esta presencia no es factible en el reconocimiento del contexto humano en esos mismos periodos con la misma intensidad por la falta de las pruebas referidas en el mundo de los bienes heredados.

Se inician caminos especiales para nuevas perspectivas de la Historia, una es la que hoy se denomina Historia del Arte.

Referencias bibliográficas